Cómo consumimos es el reflejo de cómo vivimos.
¿En qué nos gastamos el dinero y por qué? ¿Compramos lo que necesitamos o necesitamos comprar?
Cuando vamos a comprar son muchos los motivos por los que compramos unas cosas y acabamos comprando otras. Todo está milimétricamente estudiado para impulsar nuestras compras: la música, los olores, los ambientes, las ofertas…
Últimamente se tiende a confundir el tiempo de ocio con el tiempo de compra y por ese motivo los centros comerciales, están dotados de todo tipo de servicios para atraer a los consumidores, tejiendo a su alrededor una red de atractivas propuestas que invitan a comprar.
Comprar desde casa se está volviendo una realidad muy cómoda. Si a eso le unimos que los motores de búsqueda que usamos, dentro de poco sabrán más de nuestros hábitos de compra que nosotros mismos/as, creeremos que compramos lo que necesitamos cuando en realidad estaremos comprando lo que anhelamos.
Los consumidores somos la base de la economía. El mercado bien lo sabe y es por ello que no dejan de bombardearnos con sus publicidades, sus promociones, sus tarjetas de fidelización y sus patrocinios en eventos que aporten valores humanos a sus marcas, para diferenciarse de la competencia, con el fin de atraer nuestra atención en sus productos.
No todo es oro lo que reluce y como consumidores finales es imprescindible tomar más consciencia de nuestro poder de compra, puesto que con él podemos cambiar muchas cosas y provocar otras. La democratización de la información hace posible que los consumidores sepamos más, comparemos más, busquemos mejor y por lo tanto podamos exigir la calidad y la atención que nos merecemos, cuando ejercemos nuestro derecho a comprar con libertad y responsabilidad.
Está claro que como ciudadanos tenemos nuestros derechos pero también nuestras obligaciones y eso es algo que se debe extender más allá del placer de comprar y vender. Vivimos en una sociedad de intercambios y nuestra misión es y debe ser crear convivencias sanas, saludables, cívicas y respetuosas.
La educación financiera es una clave. Una cosa es tener dinero y otra muy distinta saber administrarlo. Lo que diferencia a un comprador por impulso de un comprador inteligente es el modo con el que rentabiliza el coste de sus compras y el motivo de las mismas. Tener dinero no es sinónimo de inteligencia.
Cuando nos instalamos en la cultura del tener, vivimos en un sociedad donde la tendencia es la comparación y la posesión de bienes donde el éxito en la vida depende de tu capacidad de comprar, usar y tirar. La hipocresía puede ser muy cara.
Cuando nos instalamos en una cultura del ser, vivimos en una sociedad donde nuestros valores y nuestros principios son nuestras guías. Para vivir más es necesario primero vivir mejor y para vivir mejor es imprescindible ser nosotros/as nuestro mejor ejemplo.
De ahora en adelante, sólo si tú quieres, puedes gastar o consumir, comprar o utilizar, tirar o reciclar, acumular o donar, ganar o perder. En tus manos está el usar todo tu poder de consumo para “con-sumo” gusto evitarte disgustos.
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